Museo Vaticano: Tesoros de Arte e Historia en el Corazón del Vaticano

Escrito por José Cotino

En Roma, una ciudad donde cada piedra parece contar un secreto del pasado, nuestra familia estaba lista para un día que prometía ser inolvidable. El cielo estaba despejado, y el aroma del café recién hecho se mezclaba con la brisa de la mañana. Ese día visitaríamos dos lugares increíbles: el Museo del Vaticano y la majestuosa Basílica de San Pedro. Nina, mi hija mayor, ya tenía su libreta lista para anotar sus descubrimientos, mientras que Leo, mi pequeño explorador, no paraba de hablar sobre cúpulas y misterios. Lola, mi compañera de aventuras, y Pepe, mi papá siempre curioso, también estaban emocionados.


El museo como un gran tesoro

Entrar al Museo del Vaticano fue como abrir un enorme cofre del tesoro. La primera sala que visitamos estaba llena de estatuas de mármol. “Miren esto,” dijo Pepe, señalando una escultura enorme de Apolo. “Esta es el Apolo del Belvedere. Dicen que representa la belleza ideal de los dioses griegos.” Nina lo miró con curiosidad y escribió en su libreta: Apolo – belleza de los dioses. “Papá,” preguntó Leo mientras observaba otra estatua, “¿por qué siempre están serios?” Me reí y le respondí: “Tal vez pensaban que sonreír era cosa de humanos.”

Estatua romana de mármol, exhibida en el Museo Vaticano.
Estatua clásica romana
Escudo heráldico, Museo Vaticano
Escudo heráldico

Seguimos caminando hasta la Galería de los Mapas, un pasillo interminable con techos decorados y mapas pintados en las paredes. Leo corría de un lado al otro, intentando encontrar su lugar favorito. “¡Aquí está Sicilia!” gritó, apuntando con entusiasmo. Mientras tanto, Nina estudiaba con detenimiento un mapa de Venecia. “Es asombroso,” dijo, “¡todo esto lo pintaron a mano hace cientos de años!” Pepe les contó que los mapas fueron pintados en el siglo XVI, y que mostraban cómo creían que era el mundo en esa época.

Mapa antiguo con ilustraciones y texto en latín, Museo Vaticano
Mapa en el museo Vaticano

De repente, llegamos a la Capilla Sixtina. Lola nos hizo una seña para guardar silencio, y todos alzamos la vista. Los colores del techo parecían vibrar bajo la luz tenue. “Miren al centro,” dije en voz baja, “es la Creación de Adán, la pintura más famosa de Miguel Ángel.” Nina, impresionada, susurró: “¿Cómo pudo pintar todo esto sin caerse?” Leo, con una sonrisa pícara, susurró: “Debe haber tenido superpoderes, papá.” Nos reímos bajito, y disfrutamos de ese momento mágico, rodeados de arte e historia.


«La Capilla Sixtina, construida por el Papa Sixto IV en 1473, es mucho más que una obra de arte: es el lugar donde se eligen a los nuevos papas y donde Miguel Ángel, entre 1508 y 1512, transformó su techo en una maravilla del Renacimiento, narrando la Creación del mundo. Más tarde, en 1541, pintó el impresionante Juicio Final en su altar, dejando un legado que une historia, fe y genio artístico.»

El gran reto: los escalones de San Pedro

Después de la maravilla del museo, caminamos hacia la Basílica de San Pedro. La plaza frente a la iglesia era impresionante, con su enorme obelisco y las filas de columnas que parecían abrazar a los visitantes. Mientras esperábamos para entrar, les conté a los niños que esta basílica era uno de los lugares más importantes para los cristianos y que había sido construida sobre la tumba de San Pedro, uno de los apóstoles de Jesús.

Imagen de la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano
Basílica de San Pedro

Una vez dentro, todos quedamos boquiabiertos. La cúpula era tan alta que parecía tocar el cielo. “¡Es gigante!” dijo Leo. Lola, siempre atenta, nos señaló el Baldacchino, una estructura de bronce que estaba justo en el centro. “Esto lo hizo Bernini,” explicó, “y está justo encima de la tumba de San Pedro.” Nina se acercó con respeto y dijo: “Debe ser un lugar muy especial.”

«El Baldacchino de Bernini, una imponente estructura de bronce ubicada en el centro de la Basílica de San Pedro, fue diseñado en 1624 para marcar la tumba de San Pedro. Con más de 20 metros de altura, combina arte barroco y simbolismo religioso, destacando como una de las obras maestras del Vaticano.»

Pero la gran aventura comenzó cuando decidimos subir a la cúpula. “Son 551 escalones,” anuncié, mientras los niños se miraban con ojos desafiantes. Pepe, con su sombrero de explorador, lideró el camino. Los primeros escalones eran amplios y fáciles, pero poco a poco se hacían más estrechos. En un punto, las paredes parecían inclinarse, y todos nos reímos cuando Leo dijo: “Papá, creo que esta torre también es vieja, como las de Pisa.”

Miembro de la Guardia Suiza del Vaticano, con uniforme tradicional
Guardia Suiza del Vaticano
Baldaquino de bronce con columnas salomónicas y dosel, Basílica de San Pedro, Vaticano
El Baldacchino

«La Guardia Suiza del Vaticano, fundada en 1506 por el Papa Julio II, es el ejército más pequeño y antiguo del mundo. Con sus uniformes renacentistas azul, amarillo y rojo, y requisitos estrictos como medir más de 1.74 metros y ser soldados suizos entrenados, protegen al Papa con honor y tradición.»

Finalmente, llegamos a la cima. La vista era espectacular. Roma se extendía ante nosotros como un mapa viviente. Nina apuntó hacia el río Tíber y el Coliseo, mientras Leo intentaba encontrar una heladería entre las calles. Lola y yo nos abrazamos, disfrutando del momento. Pepe sacó una foto de la familia, y todos sonreímos con el corazón lleno de alegría.


El eco del deseo

De vuelta en la basílica, nos detuvimos frente a una escultura que parecía brillar bajo la luz: La Pietà, también de Miguel Ángel. Lola explicó que la había esculpido cuando tenía solo 24 años. Nina la observó con detenimiento y escribió: La Pietà – arte que toca el corazón.

Antes de salir, decidimos hacer algo especial. Nos reunimos bajo el Baldacchino y cerramos los ojos para pedir un deseo. El eco de nuestros pasos llenaba el lugar mientras cada uno guardaba un momento de silencio. Cuando salimos, Leo me tomó la mano y dijo: “Papá, mi deseo es que sigamos teniendo aventuras así para siempre.” Nina asintió, y yo supe que ese día había quedado grabado para siempre en nuestros corazones.

Datos de Interés

Si planeas visitar el Museo del Vaticano y la Basílica de San Pedro, aquí tienes algunos consejos y datos útiles:

  1. Entradas Anticipadas: Especialmente en temporada alta, como finales de diciembre, es fundamental comprar las entradas al Museo del Vaticano con antelación. Las filas pueden ser muy largas, pero con una entrada reservada y una visita guiada, ahorrarás tiempo y aprenderás detalles fascinantes.
  2. Horarios y Multitudes: Los meses de invierno, como diciembre, son populares debido a las celebraciones navideñas. Intenta ir temprano en la mañana o al final de la tarde para evitar las mayores aglomeraciones.
  3. Duración de la Visita: Dedica al menos medio día para el Museo del Vaticano, ya que es enorme y está lleno de maravillas, desde la Capilla Sixtina hasta la Galería de los Mapas. Para la Basílica de San Pedro, considera un par de horas más si planeas subir a la cúpula.
  4. La Cúpula de San Pedro: La subida a la cúpula es desafiante pero muy gratificante. Hay un ascensor para parte del recorrido, pero los últimos escalones solo pueden hacerse a pie.
  5. Vestimenta: Recuerda que tanto el museo como la basílica son lugares sagrados, así que viste con modestia (hombros y rodillas cubiertos).

Hola! Soy José Cotino

Soy un apasionado creador de experiencias únicas para familias y niños, y mi objetivo es convertir cada viaje en una aventura inolvidable. Esta vez, llevé a mi familia a descubrir la majestuosidad del Museo del Vaticano y la Basílica de San Pedro, donde el arte, la historia y la magia se entrelazan en cada rincón.

A finales de diciembre de 2024, en plena temporada navideña, diseñé una ruta que permitiera a Nina y Leo, mis hijos, aprender y disfrutar al máximo. Desde resolver enigmas en la Galería de los Mapas hasta maravillarse con la inmensidad de la Capilla Sixtina, cada paso estaba lleno de curiosidad y asombro. Incluso planeamos con antelación las entradas y optamos por una guía especializada, asegurándonos de aprovechar al máximo nuestra visita a pesar de la multitud.

José Cotino recorriendo el Museo Vaticano y la Basílica de San Pedro
José Cotino

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