«Llegada a Lisboa» por Jose Cotino

Era un día soleado de agosto de 2024 cuando Pepe, Lola, Leo y Nina llegaron a Lisboa. Desde el primer momento, se enamoraron de las calles empedradas, los tranvías coloridos y la cultura vibrante de la ciudad. Lisboa era un lugar donde la historia y la modernidad se mezclaban, y cada rincón tenía algo especial que ofrecer.

La Plaza del Comercio

Uno de los lugares más increíbles que visitaron fue la Plaza del Comercio, también conocida como Terreiro do Paço. Esta plaza estaba en la Baixa Pombalina y se abría al majestuoso río Tajo. Pepe les explicó a Leo y Nina que este lugar era muy importante y que todos los turistas y locales lo visitaban.

“¿Sabían que aquí estaba el Palacio Real?” dijo Pepe. “Pero un gran terremoto en 1755 lo destruyó.”

“¡Qué triste!” exclamó Nina.

“Sí, pero después, un señor muy inteligente llamado Marqués de Pombal reconstruyó la plaza, dándole su forma en ‘U’ y rodeándola de edificios elegantes,” añadió Lola.

En el centro de la plaza, había una gran estatua del rey José I montado en su caballo. Leo, que adoraba las historias de caballeros y reyes, estaba fascinado.

“Esta estatua fue hecha por un escultor llamado Machado de Castro y simboliza la reconstrucción de la ciudad,” explicó Pepe.

El Arco de la Rua Augusta

“¡Miren ese arco tan impresionante!” dijo Lola, señalando el Arco de la Rua Augusta. “Tiene esculturas y ofrece vistas panorámicas increíbles. ¡Es como una puerta mágica a la plaza desde la Baixa!”

Leo y Nina miraron el arco con asombro. “¡Vamos a subir y ver las vistas!” dijo Leo emocionado.

El Arco de la Rua Augusta es un monumento muy especial. Fue construido después del gran terremoto de 1755 para simbolizar la reconstrucción de Lisboa. Aunque la primera versión del arco no convenció y fue demolida, la versión actual fue terminada en 1875 por el arquitecto José Veríssimo da Costa. En la parte superior del arco, hay esculturas que representan la Gloria, el Genio Supremo y el Valor. También hay figuras históricas importantes como Vasco da Gama, el Marqués de Pombal, Viriato y Nuno Álvares Pereira.

“¡Qué interesante!” dijo Nina. “¿Podemos subir ahora?”

“¡Claro que sí!” respondió Pepe. “Desde arriba, podremos ver toda la Plaza del Comercio, el río Tajo y la Rua Augusta con sus tiendas y terrazas.”

Arco de la rua Augusta por Jose Cotino

Elevador de Santa Justa: Un Viaje al Pasado de Lisboa

Después de explorar la plaza, la familia decidió visitar el Elevador de Santa Justa. Pepe les contó que este elevador era como una obra de arte. Su estructura de hierro, inspirada en la Torre Eiffel, era una maravilla de la ingeniería. Cada detalle, desde los intrincados diseños de las rejas hasta las elegantes cabinas de madera, mostraba la habilidad de sus creadores.

Había mucha gente esperando para subir, pero la espera valió la pena. Al subir por el elevador, todos se sintieron como si estuvieran entrando en una máquina del tiempo. La sensación de movimiento lento, el sonido de los engranajes y la vista panorámica de la ciudad les hicieron sentir en otra época.

Al llegar a la cima, se detuvieron a admirar las vistas. La Baixa se extendía a sus pies como un laberinto de calles y plazas. A lo lejos, el río Tajo brillaba bajo el sol, y el Castillo de San Jorge se erguía majestuoso sobre la ciudad. Fue un momento mágico que nunca olvidarían.

Elevador de Santa Justa
Ascensor

La Catedral de Lisboa: Un Tesoro Histórico

La siguiente parada de la familia fue la Catedral de Lisboa, también conocida como Sé de Lisboa o Catedral de Santa María la Mayor. Pepe les contó que esta catedral es uno de los monumentos más antiguos y especiales de la ciudad. Su construcción comenzó en 1147, poco después de que el rey Alfonso I de Portugal reconquistara Lisboa.

“¡Wow, es muy antigua!” dijo Leo, impresionado.

La catedral fue construida sobre las ruinas de una antigua mezquita, y su diseño original es de estilo románico, aunque ha cambiado mucho a lo largo de los siglos, incorporando elementos góticos, barrocos y neoclásicos. La fachada principal, con sus dos torres y el impresionante rosetón, es un ejemplo destacado del arte románico.

En el interior, destacaba el claustro gótico, construido en el siglo XIV, y la Capilla de Bartolomeu Joanes, que guarda valiosas reliquias y tesoros históricos. La catedral también ha sido testigo de importantes eventos históricos.

La Catedral de Lisboa

Descubre el Encanto del Barrio de La Alfama

Después de visitar la catedral, la familia se dirigió al encantador barrio de Alfama. La primera vez que llegaron, se sintieron como si hubieran viajado en el tiempo. Sus callejuelas empedradas eran tan estrechas que casi podían tocar las casas a ambos lados. Cada esquina era una sorpresa, y cada ventana parecía una obra de arte. Y la vista desde el Castillo de San Jorge… ¡espectacular!

El nombre “Alfama” viene del árabe y significa “baños” o “fuentes”. Pepe les contó que Alfama sobrevivió al gran terremoto de 1755 casi sin daños, por eso conserva ese aire medieval tan especial.

Barrio de la Alfama

El Tranvía 28: Mi Paseo Mágico por Lisboa

Lisboa les encantó desde el primer momento. Sus calles de piedra, sus casas de colores y el olor a mar les hicieron sentir en otra época. Pero, sin duda, una de las mejores experiencias fue su viaje en el famoso Tranvía 28.

Desde que vieron fotos de este pequeño tranvía amarillo subiendo por las colinas de la ciudad, supieron que tenían que probarlo. Y no les decepcionó. Al subir, se encontraron con otros turistas y locales, todos emocionados por el recorrido.

El Tranvía 28 es más que un medio de transporte. Es una ventana a la historia y la cultura de Lisboa. Mientras recorrían las estrechas calles de Alfama, pudieron ver las fachadas de azulejos, los pequeños miradores y el Castillo de San Jorge sobre la ciudad. El tranvía subía y bajaba por las cuestas, ofreciéndoles vistas increíbles.

“¡Miren, miren!” gritó Leo, señalando una casa con azulejos azules y blancos. “¡Es como un cuento de hadas!”

Nina se asomó por la ventana del tranvía y vio a una señora mayor saludándolos desde su balcón lleno de flores. “¡Hola!” gritó Nina, y la señora les devolvió el saludo con una gran sonrisa.

El tranvía subía y bajaba por las colinas, haciendo sonar su campana cada vez que pasaba por una esquina. “¡Ding ding!” sonaba la campana, y todos en el tranvía reían y se emocionaban con cada curva y cada subida.

Les encantó perderse en los barrios más auténticos de Lisboa, como Graça y Baixa. Cada parada era una oportunidad para descubrir un nuevo rincón de la ciudad. Y, por supuesto, no podía faltar una foto junto al tranvía, un recuerdo inolvidable de su viaje.

“¡Este es el mejor paseo de todos!” dijo Leo, mientras el tranvía los llevaba de vuelta al centro de la ciudad.

Tranvia 28

Rua da Bica

Después de la emocionante aventura en el Tranvía 28, la familia decidió explorar otro medio de transporte único en Lisboa: el funicular de la Rua da Bica. Este funicular es una de las formas más originales de conectar la Baixa con el Barrio Alto.

“¡Vamos a subir en el funicular!” dijo Pepe con entusiasmo. “Es como un pequeño tren que sube y baja por la colina.”

“¡Qué divertido!” exclamó Nina. “¡Parece una montaña rusa!”

Subieron al funicular y, mientras ascendían lentamente, pudieron ver las coloridas casas y las estrechas calles llenas de vida. El funicular se movía suavemente, y cada vez que pasaban por una ventana abierta, podían oler el aroma de la comida casera y escuchar la música que salía de las casas.

“¡Miren esas vistas!” dijo Lola, señalando el horizonte. Desde el funicular, podían ver el río Tajo brillando bajo el sol y los tejados rojos de Lisboa extendiéndose ante ellos.

Al llegar a la parte superior, la familia se encontró en el animado Barrio Alto. Las callejuelas estaban llenas de bares y restaurantes

Funicular Rua da Bica

La Aventura en la Torre de Belém

Al día siguiente, la familia decidió visitar uno de los monumentos más emblemáticos de Lisboa: la Torre de Belém. Esta torre, situada a orillas del río Tajo, era uno de los lugares más famosos de la ciudad.

“¡Vamos a ser exploradores hoy!” dijo Pepe, guiñando un ojo a Leo y Nina.

Los niños llegaron temprano en la mañana para evitar las multitudes y poder disfrutar de la tranquilidad del lugar. Al subir a la terraza de la torre, se quedaron maravillados con las vistas panorámicas. Desde allí, podían ver el río Tajo brillando bajo el sol y la ciudad de Lisboa extendiéndose ante sus ojos.

“¡Es como estar en la cima del mundo!” exclamó Leo, extendiendo los brazos.

Pero la aventura no terminó ahí. Los niños decidieron explorar el interior de la torre. Al entrar, descubrieron salas llenas de exposiciones sobre la historia de Portugal y la vida en el mar. Cada sala era como una página de un libro de cuentos, llena de historias fascinantes y tesoros escondidos.

“¡Miren esto!” dijo Nina, señalando una antigua brújula. “¡Es como la que usaban los marineros!”

La Torre de Belém no era solo un monumento; era una puerta mágica que los transportaba a otra época. Los niños se imaginaron siendo valientes marineros y exploradores, navegando por los mares y descubriendo nuevos mundos.

“¡Yo soy el capitán del barco!” dijo Leo, tomando una postura heroica.

“Y yo soy la navegante que encuentra el camino,” añadió Nina, sosteniendo la brújula imaginaria.

Al final del día, los niños se despidieron de la torre, prometiendo volver algún día para vivir más aventuras. Y así, la Torre de Belém siguió siendo un lugar mágico, esperando a que más niños vinieran a descubrir sus secretos.

Torre de Belém

Los Pasteles Mágicos de Belém

Después de su emocionante visita a la Torre de Belém, la familia decidió probar uno de los dulces más famosos de Lisboa: los Pasteles de Belém. Estos pastelitos de hojaldre rellenos de crema de nata eran tan deliciosos que todos los niños del mundo querían probarlos.

“¡He oído que estos pasteles son mágicos!” dijo Leo con entusiasmo.

“Sí, dicen que tienen un sabor que te hace sonreír,” añadió Nina.

La familia se dirigió a la Antiga Confeitaria de Belém, cerca del Monasterio de los Jerónimos. Había mucha gente esperando, pero los niños no se desanimaron. Sabían que la espera valdría la pena.

Finalmente, llegó su turno. Cada niño tomó un pastelito y, al darle el primer bocado, sus ojos se iluminaron. ¡Era una mezcla perfecta de crujiente y cremoso! Los niños disfrutaron cada bocado, saboreando la magia de los Pasteles de Belém.

“¡Es el mejor pastel que he probado en mi vida!” exclamó Leo.

“¡Es como un pedacito de cielo!” añadió Nina.

Pepe y Lola sonrieron al ver la felicidad de sus hijos. “Estos pasteles realmente son mágicos,” dijo Pepe.

Después de disfrutar de los pasteles, la familia paseó por los alrededores, visitando el Monasterio de los Jerónimos y el Jardín de Belém. Fue un día lleno de dulzura y alegría, y los niños prometieron que siempre recordarían el sabor de los Pasteles de Belém.

Monasterio de los Jeronimos

En el barrio de Belém, había un lugar mágico llamado Monasterio de los Jerónimos. Este monasterio era una joya arquitectónica y un testimonio de la rica historia de Portugal. Un día, los mismos niños curiosos decidieron visitarlo.

Al llegar, se quedaron maravillados con la fachada del monasterio. Las tallas y esculturas que adornaban la entrada eran impresionantes. Al entrar, descubrieron el claustro, un lugar de una belleza y tranquilidad únicas. Los niños pasearon y reflexionaron, imaginando cómo sería vivir en esa época.

“¡Es como estar en un cuento de hadas!” dijo Nina, mirando las intrincadas tallas de piedra.

“Sí, y pensar que esto fue construido hace tantos años,” añadió Leo, asombrado.

Aunque había mucha gente, los niños disfrutaron de cada momento. Sabían que habían descubierto un lugar muy especial. Se maravillaron con las historias de los exploradores portugueses y la grandeza de la época de los descubrimientos.

“Este lugar es realmente mágico,” dijo Pepe. “Es como si pudiéramos sentir la historia en cada rincón.”

Al final del día, la familia se despidió del Monasterio de los Jerónimos, prometiendo regresar algún día para seguir explorando sus secretos.

Monasterio de los Jeronimos

Fin de la Aventura

Después de varios días explorando Lisboa, la familia se sentó en un pequeño café a orillas del río Tajo para reflexionar sobre su viaje.

“Lisboa es realmente mágica,” dijo Lola, mirando el río.

“Sí, cada lugar que visitamos tenía su propia historia y encanto,” añadió Pepe.

“¡Quiero volver algún día!” exclamó Leo.

“Yo también,” dijo Nina. “Todavía hay muchas aventuras por vivir.”

Y así, con el corazón lleno de recuerdos y la promesa de nuevas aventuras, la familia se despidió de Lisboa, sabiendo que siempre llevarían un pedacito de la ciudad en sus corazones.

6 thoughts on “¡Mi Aventura en Lisboa!”

  1. Gracias Jose Cotino! Este relato sobre tu llegada a Lisboa captura perfectamente la magia de la ciudad. Las descripciones vívidas de sus calles, monumentos y la rica historia hacen que tenga muchas ganas de explorar cada rincón y vivir esas experiencias!

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