Vista de la carretera principal junto al mar en Parikia, Paros, con terrazas de restaurante, casas blancas y el mar Egeo al fondo

Un día en Paros: historia, sabores griegos y calles de cuento

Escrito por José Cotino

Después de soñar con los caballeros de Rodas la noche anterior, el amanecer nos trajo una nueva aventura sobre el brillante mar Egeo. El sol asomaba tímido entre las nubes mientras nuestro barco de crucero se deslizaba suavemente hasta fondear frente a una de las joyas más escondidas de Grecia: la isla de Paros.

Desde la cubierta, Nina y Leo jugaban a contar las puertas azules que alcanzaban a ver desde el barco. Pero lo más emocionante vino cuando bajamos no por un muelle, sino en una ¡barca de rescate gigante! De esas que uno se imagina solo en películas de piratas o en historias de tormentas, pero que ahora nos llevaba tranquilamente hasta la costa.

—Papá, ¿cabemos todos aquí? —preguntó Leo, mirando sorprendido el cartel que decía: Capacidad: 150 personas.

Y sí, ¡eran enormes! Mucho más de lo que esperábamos. Estas barcas, llamadas tenders, sirven para llevar a los pasajeros a tierra cuando los barcos grandes no pueden atracar directamente. ¡Una miniaventura antes de la aventura!

Barca de salvamento roja y blanca transportando pasajeros desde el crucero hasta el puerto de Paros
Así llegamos a Paros: en una enorme barca de salvamento que parecía sacada de una película de aventuras. ¡Cabían hasta 150 personas!

Panagia Ekatontapiliani: La iglesia de las cien puertas

Nuestra primera parada fue uno de los lugares más sagrados y antiguos de toda Grecia: la iglesia de Panagia Ekatontapiliani. Su nombre suena largo y difícil, ¡pero tiene una historia fascinante!

Según cuenta la leyenda, esta iglesia tiene 100 puertas, aunque solo 99 han sido encontradas… La número 100 aparecerá, dicen, cuando se abra un gran secreto o suceda algo mágico. Nina se pasó toda la visita contando puertas, ventanas y rincones escondidos.

Esta iglesia fue construida hace más de 1.500 años, en el siglo IV, y es uno de los templos paleocristianos mejor conservados del mundo. ¡Imagina cuántas generaciones han pasado por aquí! Sus paredes de piedra antigua y sus techos redondeados nos hablaban de un tiempo en el que los barcos eran de madera y los mapas se dibujaban a mano.

Dentro, el olor a incienso, la luz suave que entraba por los vitrales y el silencio reverente nos envolvieron. Lola, siempre atenta a los detalles, nos mostró un rincón donde se dice que rezó Santa Elena, la madre del emperador Constantino.

Fachada de la iglesia Panagia Ekatontapiliani en Parikia, Paros, Grecia
Visitamos la legendaria iglesia de Panagia Ekatontapiliani, con más de 1.500 años de historia… ¡y una puerta secreta que nadie ha encontrado aún!

Paseo entre casas blancas y ventanas azules

Al salir de la iglesia, nos perdimos —¡a propósito!— por las callecitas del pueblo de Parikia. Las casas, todas blancas como la espuma del mar, parecían sacadas de un cuento. Cada puerta era azul cielo, cada ventana una promesa de historias.

Leo decía que las casas parecían hechas de azúcar, y no le faltaba razón. Entre bugambilias, faroles y tiendas pequeñitas, el pueblo nos recibió con su calma amable.

—Papá, ¿por qué todas las casas son blancas? —preguntó Nina.

—Porque así se mantienen fresquitas con el sol del verano, y reflejan la luz del mar —le expliqué—. Además, el blanco y el azul son los colores de la bandera de Grecia.

Nos cruzamos con gatos dormilones, abuelitas en sillas de mimbre, y hasta con un panadero que nos regaló un pedacito de pan con queso. Todo olía a verano, a mar y a historia.

Calle estrecha en Paros con casas blancas, puertas y ventanas azules y flores colgantes
Pasear por las calles de Paros es como entrar en un cuento griego: casas blancas, puertas azules y flores que saludan desde los balcones.
Casa tradicional en Paros con fachada blanca, escalera exterior y puerta azul decorada
Las casas de Paros parecen sacadas de una postal: esta tenía una escalera que subía como en los cuentos y una puerta azul que invitaba a soñar.

Comida griega bajo el sol

Antes de volver al barco, encontramos una taberna con mesas al aire libre, bajo un toldo de parras. Comimos souvlaki, ensalada griega con queso feta, y pita recién hecha. A Leo le encantó el yogur con miel y nueces, y a Nina la limonada casera.

Mientras comíamos, mirábamos el mar, donde el barco parecía flotar como un sueño. Sabíamos que esa tarde zarparíamos hacia otro destino, pero ese ratito bajo el sol de Paros fue un regalo. El tiempo pareció detenerse.

Taverna Alexandros en Parikia, Paros, con mesas al aire libre y ambiente tradicional griego
Paramos a comer en la Taverna Alexandros, bajo un toldo de parras. ¡Qué rico el souvlaki y el yogur con miel!
Mesa con platos típicos de la cocina griega: souvlaki, ensalada con feta, pita y yogur con miel
Comimos bajo el sol de Paros: souvlaki, ensalada griega, pan de pita calentito y un yogur con miel que a Leo le supo a postre de dioses.

Volvemos al barco… por mar

Con las barriguitas llenas y los corazones contentos, volvimos al muelle donde nos esperaban las grandes barcas. Desde el agua, Paros parecía aún más mágica. La iglesia de Panagia Ekatontapiliani se asomaba tímida entre los árboles, como despidiéndose con una sonrisa.

Ya a bordo del crucero, Leo se acurrucó junto a Lola, y Nina dibujaba en su libreta la iglesia de las cien puertas. Yo, mientras tanto, escribía estas líneas para contaros este día especial, corto pero lleno de luz.

Puesta de sol sobre la isla de Paros vista desde un crucero en el mar Egeo
Nos despedimos de Paros con un atardecer mágico desde el barco… como si el sol también se tomara un descanso tras tanta belleza.

¿Sabías que…?

  • Panagia Ekatontapiliani significa “Virgen de las cien puertas”, y es una de las iglesias más importantes del mundo ortodoxo.
  • Paros es famosa por su mármol blanco, con el que se hicieron muchas estatuas griegas antiguas.
  • Las barcas de rescate de los cruceros pueden llevar entre 100 y 150 personas, ¡y están preparadas para cualquier emergencia!
  • Las casas blancas y azules de las islas griegas no solo son bonitas, sino que ayudan a mantener las casas frescas y reflejar la luz del sol.

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